miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿NOCAUT A LOS DERECHOS DE AUTOR?


ANA CRISTINA RESTREPO J.
ANA CRISTINA RESTREPO J.

¿NOCAUT A LOS DERECHOS DE AUTOR?

Por ANA CRISTINA RESTREPO J. | El Colombiano. Publicado el 12 de septiembre de 2012
¿Es posible pensar o decir algo que nadie haya pensado o dicho antes en la historia? ¿Es acaso la palabra “originalidad” un arcaísmo?


La amplia circulación de contenidos en la Internet haría pensar que cada vez es más difícil generar ideas nuevas… siempre acecha el riesgo de una paternidad desconocida. El plagio es la mayor tentación del pícaro y la gran trampa para el incauto en el trabajo intelectual.



En Colombia tenemos ejemplos frescos…



La revista Arcadia dio a conocer el caso de El corazón del escorpión , novela de José Manuel Palacios (pseudónimo: Joseph Avski), ganadora del Concurso de la Cámara de Comercio de Medellín 2009, la cual nunca llegó a las librerías por haber reproducido varias páginas de El oro y la oscuridad (sobre Kid Pambelé), de Alberto Salcedo Ramos. 



Marianne Ponsford, directora de la revista, defendió a Palacios. La historia ha atizado la polémica, cada vez más recurrente, del plagio.



Como en toda acusación, aquí el asunto crucial es la intención (el “dolo”, como dirían los abogados). 



“El arte está lleno de proyectos colectivos”, dice Arcadia. ¿Sí habría una intención común y explícita de ambas partes para la acción artística colectiva? (las cartas entre los implicados no la evidencian), ¿Es lo mismo hacer sentir una fuerte influencia de Salcedo en la prosa que copiarlo? ¿Estamos retornando a la tradición de la Escuela que omite la firma del maestro original?



El segundo caso de plagio sí que es vulgar: se trata de la iniciativa del senador Juan Carlos Vélez para la creación de un Congreso Juvenil, la cual incluyó párrafos copiados sin la debida referencia.



En el país del “todo ocurrió a mis espaldas”, Vélez se defendió: “Mi asistente hizo la exposición de motivos, la revisamos, pero no me indicó que había tomado pedazos de artículos publicados”.



Por supuesto, el asistente fue quien terminó renunciando. (Me pregunto: si el proyecto hubiera sido exitoso: ¿Vélez habría puesto por delante a su “asistente”?). De modo certero, la revistaSemana analiza: “Para algunos la academia ha sido la culpable, al promocionar entre las nuevas generaciones los conceptos de palimpsesto, hipertextualidad o influencia”.



Lo que comienza con leves concesiones en la paráfrasis de parte del profesor, termina siendo complicidad frente al plagio. Y lo peor no es la laxitud, sino su significado: poco a poco, el pensamiento analítico y creativo deja de ser el destino natural del académico.



Citar es un acto de honestidad con el autor original y el lector, que se soluciona con unas comillas y notas a pie de página, o si no se quiere ser tan evidente (en lo narrativo), con un guiño que evidencie el homenaje.



El lenguaje es de todos, y el pensamiento creativo, una construcción colectiva; pero el estilo es la huella digital del artista: ¡la identidad no puede ser reproducida!



El premio de un prestigioso concurso literario, el concepto de la revista cultural más respetada y la actuación de un congresista son legitimadores: dan luz verde. Y la sociedad copia y… paga.

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